19 hombres


Mientras escribo estas líneas, a las 18:50 de la tarde, diecinueve hombres africanos están recorriendo andando la carretera que une las localidades gaditanas de Tarifa y Algeciras.

Estos hombres no están haciendo una caminata solidaria de las que tanto se llevan ahora y cuya utilidad espero conocer algún día; tampoco están haciendo una manifestación reivindicativa sobre su situación; ni siquiera, como es presumible, están dando un agradable paseo bajo el manto frío y la oscuridad de la noche.

Estos diecinueve hombres han recobrado su libertad, de la que estaban privados en el centro de internamiento de extranjeros de Tarifa tras haber cruzado el estrecho de Gibraltar en una pequeña embarcación.

Cuando este tipo de libertades se produce lo habitual es que sea una de las ong’s que están conveniadas con la Administración pública la que va a recogerlos, a cambio de importantes subvenciones (véase esta, por ejemplo, Dianova, ACCEM, Colectivo La Calle, etc. – como no, con Cruz Roja también, como siempre). Lo habitual es que una o varias de estas entidades recoja a estas personas y las traslade a uno de sus dispositivos hasta que decidan continuar con su proyecto migratorio. Hay que tener en cuenta además que el CIE de Tarifa está en una isla, la isla de las Palomas, lo que imposibilita cualquier tipo de conexión normal con cualquier centro urbano con capacidades de transporte.

Hoy, día de fiesta en Andalucía, se ve que, con el socorrido argumento de que tienen sus instalaciones llenas de personas procedentes de Siria (léase: no hay más dinero por medio), ninguna de esas entidades ha tenido a bien ir a recoger a esos hombres, que han sido abandonados a su suerte una vez que han recobrado su libertad.

La iglesia, que tanto se llena la boca en este área sur de Europa con su supuesta labor de ayuda y atención a la persona migrante, ha girado también la cabeza para otro lado. Supongo que estarán preparando la misa de mañana o degustando un sabroso polvorón, que el frío y las fechas lo aconsejan.

Pisoteados sus derechos por la legislación, machacados después de semanas en un centro de internamiento, pero con la dignidad personal que rezuman a raudales, esos diecinueve hombres han considerado que 24 kilómetros, los 300 metros de altitud que tienen que ascender y posteriormente descender, el frío, la noche, sólo van a ser un simple obstáculo a superar en el camino de esta nueva etapa de su proyecto vital. En ello se encuentran.

Y no, no voy a recriminar nada por esta vez ni a la policía ni a la Administración: Ellos subcontratan estos servicios generosamente y todas esas entidades se prestan voluntaria y alegremente a ello. Parece que al menos deberían cumplir con los compromisos, no ya que contraen con terceros, sino que asumen como propios e identitarios de sus organizaciones.

Maldito parné.

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